PÁJAROS, DE PAU DURÁ

"Uno mismo, ese es el verdadero motivo del viaje".

Si unimos esta frase de Michel Onfry, que aparece al inicio de la película, con la poesía de Cavafis en su "Viaje a Itaca", que nos enseña que lo mejor del viaje no es el destino, sino el propio viaje, tendremos ya una idea bastante aproximada de lo que nos va a proponer Pau Durá. Porque "Pájaros" se puede definir como eso, como un viaje, o más probablemente como EL VIAJE, con mayúsculas, con todo lo que el concepto conlleva a nivel emocional y vital. 

Existen muchos tipos de viaje. Los que sentimos pasión por ellos conocemos diferentes modalidades, como los viajes en grupo del tipo "si hoy es martes, esto es Bélgica", o los cruceros en los que te dan una hora para ver Corfú... También están los temáticos, para visitar en cuatro días el arte de Florencia, o los que se hacen con amigos o familia a un determinado destino con hoteles, visitas y restaurantes previamente concertados y pagados... 

Pau Durá nos invita a realizar quizá el peor viaje posible, ese en el que, a priori, todo puede salir mal. Lo emprendemos en compañía de dos individuos aparentemente antagónicos, que han superado los cincuenta, y que cargan con una mochila existencial con bastantes aristas y bultos. Colombo (Javier Gutiérrez) trabaja en un taller mecánico, trapichea de vez en cuando, y arrastra como puede, de mala manera, una situación familiar cuando menos bastante complicada. Mario (Luis Zahera) es un abogado con dificultades para comunicarse, muy aficionado a las aves, con un pasado que también se intuye turbio. Mario coincide con Colombo en su taller. No se conocen de nada. Ante la imposibilidad de conducir, Mario contrata a Colombo para que le lleve en su propio coche a la Costa Brava, a observar a las grullas.

Con esta premisa, Pau Durá nos mete de lleno en su viaje. El viaje improvisado, sin planteamiento previo, sin reservas de ningún tipo, sin saber siquiera dónde les pillará la noche. El viaje, además, de dos individuos que probablemente lo mejor que podrían hacer sería retirarse a sus cuarteles de invierno, olvidarse de viajes y de líos, y dedicarse a trabajar, a resolver sus problemas, a seguir inmersos en su propia carrera de la rata, y descansar cuando se pueda.

El viaje, en definitiva, y esa fue la sensación que tuve cuando Colombo y Mario salen del Cabanyal de Valencia rumbo a la costa Brava, que todos hemos deseado hacer en más de una ocasión, y no nos hemos atrevido.

Pau Durá hipnotiza al espectador con su forma de narrar. Lo definió muy bien en el coloquio, celebrado después de la proyección en los Zoco de Majadahonda. Su estilo pasa del drama a la comedia sin altibajos importantes, con ligereza. Pronunció ese concepto, el de ligereza, varias veces, anteponiendo "la ligereza del ser al pesimismo de la razón", y esto es algo que destaca en la pelicula con un ruidoso silencio, aunque parezca una paradoja, porque Mario y Colombo son dos personas que SON, que viven, que disfrutan de cada momento, de lo bueno y de lo malo, con la misma intensidad, con la misma fuerza. Se trata de una comedia entre ácida y agridulce, o como también dijo Pau, un drama que ha salido mal y se ha convertido en comedia, pero en cualquier caso, a un ritmo muy sosegado, sin histrionismo y sin complacencia, en muchas ocasiones intimista, y siempre reflexivo. "La comedia y el drama funcionan mejor en semitonos", nos indicó, hablando de la mesura de los relatos de Chejov.

Mientras disfrutaba del viaje, y de escenas memorables como la de la noche en Turín o el trayecto en el camión, recordé mis propias sensaciones al viajar, alguno de esos momentos que se te quedan para siempre grabados en la memoria. La misma sensación de felicidad que le empuja a Mario a sacar las manos del coche como en un aleteo, y cerrar los ojos para saborear el recuerdo de lo vivido en la fiesta Klezmer, o esa momentánea y fugaz desorientación que siente Colombo al despertar en el Danubio. Porque tanto Mario como Colombo son en realidad esos pájaros a los que hace referencia el título. Pájaros, no en el sentido peyorativo del término, que también, sino pájaros que, como los que contemplan a cada momento, van de un lado a otro buscándose a sí mismos.


Pau habló de otro título relacionado con el Danubio, "La mirada de Ulises", de Theo Angelopoulos, protagonizada por Harvey Keitel, pero lo que no comentó, supongo que por respeto, porque no venía al caso, o simplemente porque su visión de esa película es diferente de la mía, es que el viaje que reflejaba, su mensaje, era mucho más desasosegante que el de "Pájaros". La sensación de angustia que tuve al verla, de una Europa destruida, egoísta, siempre sumida en la neblina, no tiene nada que ver con la que nos regala Pau. Mario y Colombo cruzan una Europa amable, con sus dramas, por supuesto, pero como dice una amiga, "un problema es muy diferente a un drama, y un drama no es una tragedia". En muchas ocasiones ni siquiera entienden el idioma, pero eso no les impide hacerse entender, cultivar la amistad, y seguir viajando.

Hay que destacar las soberbias interpretaciones de Luis Zahera, que abre su abanico y deja de ser el duro de España para meterse en un personaje emotivo y profundo, que va creciendo y ganándose nuestro respeto a medida que le vamos conociendo, a él y a sus circunstancias, y de Javier Gutiérrez, un individuo capaz de ir resurgiendo de sus cenizas en muchas ocasiones a medida que avanza la trama. También supusieron un muy agradable descubrimiento Teresa Saponangelo en el papel de Elisabetta, y la música de Magalí Datzira. Al ver la película, y según también lo que contó Pau sobre los entresijos del rodaje, le queda a uno la impresión de que tanto los actores como el equipo se dejaron llevar por ese viaje iniciático al interior de uno mismo, disfrutando de cada etapa y de cada experiencia, y probablemente gracias a eso, la transmisión del mensaje al espectador funcione mucho mejor. 

A veces son curiosas las casualidades que nos salen al paso. Por la mañana había estado en un taller en el cine Embajadores Río (en el que además, curiosamente, pude ver un cartel de "Pájaros" firmado por Pau, Luis y Javier). En ese taller, Beatriz y José Luis (de los que he hablado en otras entradas) nos enseñaron, entre otros muchos aspectos interesantes relacionados con arte y cine, esta frase de Buñuel:

"Si se le permitiera, el cine sería el ojo de la libertad. Por el momento, podemos dormir tranquilos. La mirada libre del cine está bien dosificada por el conformismo del público y por los intereses comerciales de los productores. El día que el ojo del cine realmente vea y nos permita ver, el mundo estallará en llamas”

"Pájaros", y aunque el mundo obviamente no está en llamas, rebate por completo este planteamiento de Buñuel. Pau Durá ha creado una obra a su medida, a su gusto, con su estilo personal, sin las limitaciones que impone la Industria, con unos personajes cuyo atractivo para el gran público deja mucho que desear a priori, a menos que realices el esfuerzo de aventurarte a viajar con ellos, en una road movie que seguramente, y esto también va en contra del conformismo del espectador que denunciaba Buñuel, removerá bastantes de tus aspectos vitales, y en muchos casos te incitará a viajar por tu cuenta. 

Porque el cine, y eso lo asimila y lo difunde Pau perfectamente, es un viaje. Siempre. A otros mundos, a otros seres humanos, a la amistad, a la alegría, a la tristeza, a la voluntad, a la determinación... Y cuando ese viaje, además, apela a la más profunda esencia de uno mismo, a ese alma de Ulises (el de la Odisea, no el de Theo Angelopoulos) que en mayor o menor medida tenemos todos, resulta imposible no querer emprenderlo.

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