LAS CUATRO HIJAS, de Kaouther Ben Hania

Este fin de semana hemos asistido a la fiesta del cine, con toda su luz, su colorido, sus luces, sus sombras, sus creadores, los ayudantes de los creadores, los ganadores sonrientes, los perdedores con sonrisa forzada, las películas más comerciales jugándose el tipo contra las más comprometidas y las más artísticas, los discursos grandilocuentes de personajes casi desconocidos pero arrogantes, frente a las palabras llenas de humanidad y humildad de una actriz ya en el Olimpo de las estrellas, los vestidos imposibles frente a los elegantes, los trajes de película de Batman frente a la sobriedad, las lagrimas sentidas frente a los aplausos entregados, la música (la maravilla canción que sonó en el homenaje a los desaparecidos durante el año) y el baile, el glamour y la chabacanería. Todo eso, y mucho más que seguramente se me olvida, en honor al cine, un arte universal, probablemente el más desarrollado en el mundo, que ayuda a reflexionar, a debatir, a conocer. A vivir, en definitiva.

Este fin de semana he pensado mucho en esto. El cine es un arte, creo que todos los que lo amamos profundamente tenemos esto tan claro como que tenemos que respirar para vivir. Es cultura, y es capaz de abrirte la puerta a otras culturas de una manera que resulta imposible de conseguir por otros medios. Es lo que hace precisamente Kaouther Ben Hania con su película “Las cuatro hijas”, un título que seguramente pasará sin pena ni gloria y de puntillas por las pantallas españolas, pero que sin embargo está nominado al Oscar como mejor película extranjera y se ha llevado el premio ojo de oro al mejor documental en Cannes.

Sorprende ya desde el principio el planteamiento de lo que vamos a ver, la presentación por parte de la directora de los protagonistas. Olfa, la madre, aparece ataviada con un vestido negro, sonriente y declarando que prefiere que otra actriz interprete las escenas más duras en las que ella tenga que salir. También aparecen sus dos hijas más pequeñas, interpretadas por ellas mismas, y dos actrices profesionales que interpretan a las dos hijas mayores, Ghofrane y Rahma. Cuando Olfa le dice al espectador en un primer plano que se siente igual que Rose, la anciana de “Titanic” que cuenta su historia, asistimos a otro elemento del que está cargado la película: el sentido del humor, que unas veces aparece blanco, otras negro, y en ocasiones sarcástico.

Y ese es, precisamente, el valor principal de la película: la capacidad de Kaouther Ben Hania para convertir en magia, gracias a los infinitos recursos que permite utilizar el cine, una historia durísima.

En ese sentido resulta muy peculiar la manera de narrar. A las escenas reales que se superponen a las que en teoría forman parte de un guión, se unen, y se mezclan con ellas, momentos de tensión, lágrimas de verdad de una de las hermanas pequeñas al recordar las bromas de sus hermanas mayores, risas espontáneas de Olfa al hablar de su patético marido, enfados repentinos que se transforman en recriminaciones de la directora a lo que está pasando frente a su cámara. Reacciones y emociones de seres humanos tan cercanos a nosotros, tan iguales, que a veces, al contemplar a Olfa regañando a sus hijas por la forma de vestir y de actuar, mucho más abierta que la suya, no podía evitar recordar a mi abuela, ataviada siempre con ropa oscura aunque no tan exagerada como la de Olfa, recriminando a mi hermana adolescente su manera de vestir, una “sinvergonzonería”, como decía ella. Por eso decía antes que el cine tiene la facultad de abrirte a otras culturas, de mostrarte a personas que son iguales que nosotros, que piensan, sufren, ríen, lloran y sienten exactamente igual que nosotros.

Al parece Olfa apareció en los medios internacionales en Abril de 2016 contando su historia, pero seguro que esa aparición no tuvo tanta repercusión, ni provocó tanta empatía hacia ella, y sobre todo hacia sus hijas, como la que sin duda va a conseguir esta película.

Olfa nos muestra su naturaleza, la forma de educar que ella interpretó como la más adecuada para sus hijas, y la muestra sin filtros, sin concesiones, con la realidad de aquellos años a flor de piel, hasta el punto que las hijas pequeñas sufren al recordarlo y tratar de explicárselo a las dos actrices que interpretan a las hijas mayores, en un intento de que asimilen todo aquello para que puedan dotar de credibilidad al personaje que interpretan. Resulta muy curioso ver a la mujer que interpreta a la propia Olfa en las escenas más duras, echarle la bronca frente a las cámaras por esa manera de educar, reflejando una actitud mucho más moderna y abierta.

Poca importancia les da la directora a los hombres en su película, hasta el punto de que todos los papeles masculinos están interpretados por el mismo actor, un actor por cierto bastante mediocre, que pasa apuros al interpretar algunas escenas más o menos duras. El poder masculino omnipresente en aquella sociedad, ejercido en el caso de la familia de Olfa desde la pereza y desde el desprecio a una esposa que sólo le ha dado cuatro hijas, se intuye de una manera solapada, no directa, para dar más relevancia a las verdaderas protagonistas de la historia.

Es un placer comprobar la manera en que la directora ha sabido transformar en belleza un tema tan duro como el que narra. Los primeros planos, la fotografía, las imágenes utilizando espejos, la luz del Mediterráneo y el color azul siempre presentes, la música, los silencios, los maquillajes de las hijas a los que a veces se opone la madre, el vestuario, los diálogos… Hasta la imagen de cuatro mujeres de espaldas cubiertas con el hiyab resulta atractiva cuando es la cámara de Kaouther Ben Hania la que las retrata. Se crea una atmósfera de cuento, que suaviza en cierta manera la historia sin restarle una gota de credibilidad, y que le deja al espectador, o al menos a mí, con esa sensación, mezcla de placer y de dolor, que sólo provocan las obras maestras.

Ya digo más arriba que no será de las más taquilleras, ni de las más aclamadas, y ojalá me equivoque, pero lo que sí creo es que es una de esas películas que reflejan perfectamente esa magia del cine que deja huella a todo el que la vea. 

Como decía al principio, este fin de semana hemos asistido a la fiesta del cine, y el hecho de ver esta película ha sido uno de los episodios más interesantes de esa fiesta.

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