TERESA, DE PAULA ORTIZ

Paula Ortiz es muy expresiva en todos los sentidos. Habla con pasión de lo que le gusta, de lo que hace, de lo que ha vivido, de la cultura que ha mamado, de sus tiempos de profesora de lengua española, de sus estudios… Cada vez que mencionaba a algún colaborador, desarrollaba sobre él un homenaje, moviendo las manos con la elegancia de una bailarina (de hecho en algún tiempo estudió baile), y desgranando cada una de las cualidades de los que la han ayudado a hacer la película.

Habló por ejemplo de la especial sensibilidad de Juanma Latorre, de Vetusta Morla, al mezclar la magnífica obra de Tomás Luis de Victoria con sonidos electrónicos casi imperceptibles , que crean una atmósfera musical mágica, y de la canción del final, “La lengua en pedazos”, magistralmente interpretada por Rocío Márquez.

Habló también de Rafael García, su director de fotografía, y del enorme y profesional trabajo que hizo con las velas, la iluminación que se constituye por sí misma en uno de los protagonistas de la película, junto con unas escenas en exteriores que tienen vida propia gracias a las sombras, las nubes, las nieblas, el agua…

Habló de Juan Mayorga, de su humildad, que al tiempo es su fuerza creadora, de esa inmensa curiosidad del autor, que se sorprende cuando alguien del equipo técnico se dispone en una colina para controlar que la velocidad de las nubes no arruinen una determinada toma, y que responde “fascinante”, con la sorpresa de un niño, cuando alguien se lo explica.

Habló de lo que significó Teresa para ella, de cómo le explotó la cabeza cuando se encontró con su poesía al iniciar su trayectoria universitaria. Teresa, esa mujer inabarcable, ese ángel de la historia (un concepto que nos explicó Paula y que me parece perfecto), esos seres humanos que han trascendido la catalogación de la Humanidad, que han aportado tanto y en todos los sentidos, que muchos frentes antagónicos se los han apropiado, como a Teresa el catolicismo, el régimen franquista y la filosofía punk, o a Napoléon y Nietszche diferentes corrientes históricas y filosóficas.

Y habló sobre todo, y lo que me parece más importante, de la duda como motor de la Humanidad. De la duda que cuando desaparece deja su lugar al dogmatismo, que a su vez desemboca en el totalitarismo y el fanatismo. Esa duda que aparece en la película de la mano de un Asier Etxeandía que probablemente haya interpretado el papel más importante de su vida, el del inquisidor Quiroga. Un personaje que va transitando a lo largo de la acción por diferentes estados del alma, desde una despreciable chulería inicial, cuando cree controlar a su voluntad la voluntad de Teresa, hasta la más infinita tristeza, resentimiento y cierta envidia ante la inquebrantable fortaleza de una mujer que probablemente, y ahí surge la duda que dura hasta nuestros días, y que se instala en el alma del que contempla la película con ojos libres de dogmas, tuviera una conexión real con Jesucristo.

La película de Paula, como todo lo que nos contó después, es un homenaje. Un homenaje brutal, profundo, valiente y visceral. Un homenaje a todo lo que Paula ha vivido con relación a Teresa, a todo lo leído, asimilado e interiorizado sobre ella. Pero también es un homenaje al cine, al arte, a la cultura en general. Un homenaje a la inteligencia de un espectador que se enfrenta a una película complicada, nada sencilla, en las antípodas del cine de consumo, y que si consigue disfrutarla como la misma Paula nos propone, entrando en las escenas más complejas del magnífico enfrentamiento verbal entre Teresa y Quiroga, y saliendo de vez en cuando para dejarse llevar por la magia de las escenas oníricas, de una belleza extraordinaria, se levantará de la butaca, como me ocurrió a mí, con la sensación de haber asistido a una de esas pocas experiencias que te sacuden el alma y transforman profundamente algo en tu interior.

Paula ha hecho su película, la película que quería hacer sobre el personaje que quería mostrar, y la ha hecho desde el corazón, desde lo más íntimo de su alma, y cuando alguien hace eso, enfrentándose a todo dogmatismo sobre el cine, sobre la política, sobre la religión o sobre los convencionalismos de una sociedad que lo único que pide a gritos es que se lo den todo fagocitado y bendecido, es muy difícil que no llegue a un espectador que, como ella, duda, tiene una tremenda curiosidad por todo, reflexiona sobre lo que está viendo, y siente nostalgia por otro tiempo, otra época en la que el Cine, así, con mayúsculas, era capaz de educar, de dar que pensar, de formar un criterio y una manera absolutamente libre de pensar. Una manera tan libre de pensar como la que nos ha transmitido Teresa hace más de quinientos años.

Paula ha hecho Cine con mayúsculas. Una película que deja huella, una obra maestra creada por una directora que sabe transmitir perfectamente su pasión, y que la contagia cuando habla de ella. Un evento inolvidable.

Y como siempre, por supuesto, en los cines Zoco.

 

 

 

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