CAMINO DE LA SUERTE, DE JORGE ALONSO


Es raro, pero no”.

 

Pues la verdad es que no, me pasa lo mismo que a Rosario, que no me resulta raro. Nada raro, de hecho. En mi opinión, enamorarse hasta las trancas, a la edad que sea, es el síntoma más claro de estar, de seguir vivo. A Rosario al principio le parece raro, pero al instante se da cuenta, y lo dice, "es raro, pero no".


Es curioso, pero en mi opinión, más que tocar el tema de un amor otoñal (para mí no existe ni el amor otoñal, ni el adolescente, ni el filial… sólo existe el amor, a secas), de lo que habla la película, creo que de una forma maravillosa, por cierto, es de la superación de un duelo.


La vida está llena de expertos en duelos, y muchos de ellos ni siquiera han sufrido uno, pero eso no les impide dar consejos, sentar cátedra, juzgar que el comportamiento de quien está sufriendo el duelo no se salga de los cánones hipotéticamente establecidos... Cánones, por otro lado, que el que está pasando por el trance se suele pasar por el arco del triunfo. Pero sí, siempre recordaré a aquel experto en duelos, que en el mismo tanatorio, un día después de la partida de Pilar, me dijo, “ahora tienes que pensar en rehacer tu vida”, como si en aquel momento pudiera pensar en algo que no fuera que mi vida se había destrozado por completo a causa de la contundencia de un mazazo. El caso es que le miré, y no supe qué decirle, hasta que un poco más tarde tuve la oportunidad de mandarle a la mierda, por otro tema diferente pero igual de desagradable.


Con el tiempo, con ayuda de amigos, de familiares, de motores tan potentes como el hecho de tener un hijo, y del paso del tiempo, lo acabas superando, por supuesto. De mejor o peor manera, eso nunca lo sabrás, y al ritmo que te han marcado tu alma, tu forma de ser, y la propia vida, que es sabia en esos temas.


Son importantes los amigos, y en este sentido el bueno de Poli, experto de verdad porque había superado su duelo con elegancia y sentido del humor (frase para el recuerdo: “Cuando se van, se llevan hasta sus defectos. ¿Te acuerdas de la malafollá que tenía mi mujer? Pues hasta eso se llevó, la pobrecita”), desempeña en la película uno de los papeles más simpáticos y entrañables que haya visto nunca. Gracias a su insistencia, incombustible insistencia, Joaquín comienza a replantearse el empezar a desmoronar la losa, algo que sin la ayuda de su amigo casi con toda seguridad que no habría conseguido. Porque también hay duelos que no se superan, no nos engañemos, personas que se entierran en vida al perder al ser querido, y Joaquín iba por ese camino hasta que se le cruzan por un lado Poli, y por el otro algunas mujeres, “viudas y divorciadas”, que figuraban en la lista de Poli.


Tito Valverde ha sido siempre uno de mis actores preferidos. Un todoterreno capaz de interpretar cualquier papel, desde aquel inolvidable intelectual de “Amanece que no es poco”, hasta el comisario de policía más humano y profesional que se recuerda. En esta ocasión borda perfectamente la transición, con gestos, palabras y recursos interpretativos, entre un hombre amargado, al borde de una depresión absoluta, incapaz de superar el duelo, y el hombre completamente distinto en que se convierte cuando conoce a Rosario. Es un placer y un honor verle actuar, como ver actuar a su mujer, María Jesús Sirvent, que interpreta el papel de Rosario, una mujer que encandila desde el principio al espectador por su estilo, su acento, su peculiar sentido del humor, y ese carácter entre riguroso y picaresco que la hace tan especial. Creo que Jorge Alonso, el director, ha sabido sacar de los actores que han participado, incluso de los secundarios (gigantesca Rosario Pardo, como siempre), lo mejor de sí mismos.


En cuanto al encuentro posterior con el director y los actores, quizá sea el más mágico al que haya asistido hasta el momento. Hacia los dos tercios de la proyección se produjo una avería en la película, que se quedó cortada en una determinada escena. Desde las primeras filas se escuchaba durante la interrupción la inconfundible voz de Tito, que decía “si queréis os cuento lo que pasa en la escena que se ha cortado”, y de hecho tuvo que ser así, porque la película se recuperó, pero varios, muchos minutos más adelante del corte. Esto también hay que destacarlo: era lunes, era tarde, y sin embargo nadie protestó cuando la película se interrumpió. Nadie, excepto unos cuantos que aprovechamos para ir al baño, se movió de su asiento. Era tal la magia que se estaba desarrollando en la sala, que todos esperamos para ver como acababa la historia.


Cuando Tito cogió el micrófono, lo primero que hizo fue contar la escena que se nos había escapado. Una escena maravillosa, que contada por él, seguramente resultaba más maravillosa de lo que en realidad era. Creo que no hace falta ver la película, con los que nos contó Tito nos basta y nos sobra, al menos a mí. Me recordó mucho a mi padre, cuando contaba una escena de una forma tan peculiar, tan emotiva, que cuando la veías siempre te defraudaba.


Después nos contaron que tanto su mujer como él no llevaban el guión al rodaje, que lo interiorizaban y lo interpretaban con toda precisión sin tener que repasarlo. Jorge Alonso, el director, se emocionó cuando nos contó que algunas personas del pueblo no aceptaban que Joaquín rehiciera su vida, por lo que hemos dicho antes sobre los prejuicios, los patrones y elquediranismo (el qué dirán) que tiene mucha gente sobre el duelo… Nos hablaron también de lo entrañable que resultó el rodaje, de la gente del pueblo volcada para que todo el equipo estuviera cómodo y bien alimentado, de cómo Jorge Alonso se encontró con la verdadera Rosario, que fue a visitarles a uno de los sets de rodaje de forma inesperada… Nos hablaron de lo divino y de lo humano, de cine y de vida, de amor y de respeto, tanto a la profesión como a las personas.


Como balance diría lo que he dicho antes. Probablemente haya sido el encuentro con el equipo artístico más mágico y entrañable que haya tenido hasta ahora. Gran película, gran coloquio. Casi resulta hasta extraño que, incluso con una interrupción de la proyección, un lunes por la noche, se quede uno con la sensación de haber asistido a algo muy agradable.

Casi resulta extraño, pero no. Es raro, pero no.

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