EQUINOCCIO DE OTOÑO. EQUINOCCIO DE CORTOS
Hay muchos aficionados a la literatura que consideran el relato, el cuento, como un género menor si se le compara con la novela, el teatro o la poesía. El simple hecho de comparar, y después generalizar, ya parte de un error, de un error de base, porque no se puede generalizar en absoluto con los géneros literarios. "Los muertos", de James Joyce, incluido en su libro de relatos "Dublineses", o muchos cuentos de Poe, de Borges, de Chejov o de Roald Dahl, son muy superiores a muchas, muchísimas novelas de su época y de todas las épocas. El problema es encontrar ese cuento, ese relato perfecto, pero los hay, y sólo hay que buscarlos.
Exactamente lo mismo sucede con los cortos en el mundo del cine. Hay muchos cortos que en pocos minutos encierran muchas más emociones que una película de larga duración, y ayer precisamente asistí en la Vaguada a la proyección de siete cortos maravillosos, de los que dejan huella y dan mucho que pensar. Los cortos tienen sus detractores, como los relatos los suyos, pero loS amantes lo tenemos muy claro, y cada vez más: EL CORTO ES CINE.
Como ocurre con la literatura, lo complicado es encontrar esos cortos que trascienden su duración para convertirse en obras maestras, pero esa labor de búsqueda la realizan perfectamente Beatriz y José Luis, de JL y Bea Gestión Cultural (https://www.jlbea- gestioncultural.com/ ). De una forma muy profesional, y con una sensibilidad especial, eligen entre todo el panorama del mundo del corto, que tampoco es muy extenso que digamos, esas pequeñas joyas, agrupándolas incluso a veces por coincidencias temáticas o, como en esta ocasión, sin ningún lazo en concreto.
Siete obras maestras que con el título genérico de "Equinoccio de otoño" nos emocionaron, nos escandalizaron, nos removieron el alma en lo más profundo (en mi caso con "A la cara", en plena línea de flotación personal), nos hicieron reír, y hasta que se nos saltaran las lágrimas más de una vez.
No voy a hablar de los cortos, todos magníficos por una u otra razón, porque son siete relatos, y cada uno de ellos merecería una entrada particular. Lo que me gustaría reflejar aquí, y es imposible si no se vive, es el grado de satisfacción conseguido con esta sesión, muy similar a la que pude disfrutar en los Zoco hace unos meses, conducida también por Bea y José Luis. Ayer observaba de vez en cuando la cara del público, y todo el mundo estaba metido en la historia, mirando la pantalla casi sin parpadear, con los cinco sentidos atentos a lo que nos estaban contando. Historias siempre interesantes, siempre emotivas, siempre llenas, muy llenas, de un sentido de la humanidad que muchas veces se disipa, o se oculta, en películas de larga duración. La gente aplaudía con ganas entre corto y corto, muy satisfecha con lo que acababa de ver.
Creo que en esa satisfacción juega también un papel muy importante el hecho de que el corto capta nuestra atención completamente desde el principio hasta el final, por la sencilla razón de que el corto es concreto, tiene una historia, una idea que contar, y no puede permitirse el lujo ni de divagar, ni de dilatar innecesariamente la duración de las escenas. Esa es precisamente la maestría del corto, y también su grandeza.
La sesión, además de por su belleza en sí, resulta todavía más interesante cuando se encienden las luces y Bea y José Luis, mano a mano, nos revelan detalles de cada corto a veces más interesantes y entrañables que la propia trama, como el hecho de que Alex Ángulo aceptara rodar "Namnala" (Bea nos reveló lo que significa en senegalés esta palabra, pero no lo pongo aquí porque podría ser espoiler), de Nacho Solana, poco antes de fallecer, o que las durisimas y a veces increíbles situaciones que nos cuenta Jorge Muriel en "El jardín de las delicias", con una sucesión espectacular de planos - secuencia, las vivió en sus propias carnes cuando era niño.
Suelo escribir estas entradas porque me gusta compartir lo que me gusta, con la esperanza de que alguien de los pocos que las leen vayan a ver la película o el evento correspondiente. En este caso es imposible, porque las sesiones de cortos son cambiantes. Bea y José Luis recorren varias salas y suelen hacer una única sesión en cada una de ellas. Ignoro si estos mismos siete cortos van a poder verse otra vez en los Verdi, en los Zoco o en los Embajadores, pero lo que sí me gustaría dejar claro es que creo que hay un público al que le apasionan los cortos, y un público al que, gracias a una iniciativa tan bella como la de Bea y José Luis, le terminarían apasionando. Ayer fue la segunda vez que asistí a una de sus sesiones, y había mucho más público, y mucho más entregado, que en la primera. La afición a los cortos no tiene otra forma más adecuada de crecer, que verlos en pantalla grande, que es donde se tienen que ver.
Hoy les he preguntado a Bea y José Luis que para cuando la próxima, y no han podido responderme. Espero con ilusión que sea muy pronto. Es mejor ver una sesión de cortos cada dos o tres semanas, que cada dos o tres meses, porque, y de esto no debemos olvidarnos, EL CORTO ES CINE.
Gracias a los cines la Vaguada por su generosidad al ceder la sala para la sesión, y a Bea y José Luis por ser unos Aristócratas de lo sensible, y ellos saben por qué lo digo.
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