BARBIE, LA PELÍCULA



No conozco a Barbie. Las personas de mi generación no jugaron con ella, y sus hijos tampoco. Las de mi generación eran más de la Nancy, del baby mocosete, o de muñecas anónimas y baratas, imitación de la Nancy o del baby mocosete, de un tamaño siempre mayor que el de la Barbie. Sus hijos han sido más de las Bratz, o de peluches, pero vamos, que Barbis, lo que se dice Barbis, he visto pocas. Con lo que sí he tenido mucho contacto es con la contracultura que generó la Barbie en revistas de historietas, normalmente de tono subido, denostando siempre su perfección, para mostrarla como una vanidosa, desalmada, a veces viciosa, otras zarrapastrosa, y siempre dispuesta a humillar y torturar a Ken. Anoche, después de la película, pensé que esta estaba más cerca de esa otra visión de Barbie, que de la de princesa rosa que siempre ha representado la muñeca. Puede que por eso, entre otras muchas razones, me gustara tanto.

Se trata de una película curiosa, que no es lo que parece, que se ríe de muchas cosas y profundiza en otras de una manera que me atrae mucho. Para mí, el tema principal de la película es que Barbie, sin quererlo, y muchas veces renegando de ello, se está volviendo humana, y las escenas en que este cambio se percibe con toda su dureza, con el paso atrás que parece suponer que una muñeca perfecta se despierte un día con los pies planos o con celulitis, o se encuentre de repente llorando, me parecen de una emotividad y una magia por las que ya merece la pena verla.

Emotividad con Barbie volviéndose humana, e ironía, mucha ironía en los altos directivos de Mattel, encabezados por Will Ferrell, probablemente el actor más irónico y transgresor de Hollywood, en un papel que le va al pelo. 

La trama relacionada con el empoderamiento femenino del mundo de Barbie, y la rebelión de Ken cuando en el mundo real toma contacto con el patriarcado desde su punto de vista sesgado y limitado (tan limitado que relaciona el patriarcado con los caballos, lo que también me parece un gran acierto del guión), en mi opinión tiene mucha menos importancia que otras tramas paralelas que subyacen en la película, como esa Barbie rara que se ha convertido en una especie de oráculo para las Barbies que de repente se sienten mal o sacan los pies del tiesto, o la trama de la madre que trata de ganarse el respeto de una hija que hace tiempo que ha renegado de todo lo que representa el mundo de Barbie. Una madre que suelta un discurso en casa de la Barbie rara sobre la losa de perfección que tienen que soportar las mujeres a lo largo de su vida, que todo el mundo debería escuchar. También me pareció muy emotiva la aparición de la creadora del universo Barbie y su puesta en escena, aislada en un ambiente bucólico y entrañable en un rincón perdido de la fortaleza de Mattel.

Me gustó el contraste entre el colorido vivo y el ambiente perfecto del mundo de Barbie, y la imperfección del mundo real. Me encantaron los encontronazos iniciales de los inocentes Barbie y Ken en ese mundo real, y me gustaron mucho la música, los efectos especiales y los saltos entre uno y otro mundo.

No vi ese alegato feminista de los que muchos acusan a la película,  porque el mundo de Barbie tiene que ser así, tal y como se representa. Una amiga me dijo al final que deja malparados a los hombres. "Bueno - le contesté-, en realidad deja malparados a los Ken". Porque es absurdo, creo, pensar hoy en día que los hombres somos como Ken. O al menos como el Ken que se dibuja en la película, con la cabeza hueca, la testosterona (psicológica únicamente, por razones físicas) disparada, y un narcisismo vulnerable que se le escapa por los poros. No, no creo que se pueda relacionar al hombre de hoy en día con ese Ken, como tampoco que se pueda generalizar relacionando a Barbie con las mujeres. La que sí creo que representa una idea muy interesarte sobre la mujer es la madre de la adolescente.

Y sobre todo, me encanta la idea, porque siempre he pensado que es así, y además debe ser así, que le transmite Barbie a Ken cuando le dice "No somos Barbie y Ken. Yo soy Barbie, y tú eres Ken". Nunca he creido en las medias naranjas. Eso para mí siempre ha sido un concepto perverso. Somos naranjas autónomas que por afinidad o por atracción mutua se relacionan de vez en cuando, y eso es algo que transmite también muy bien la película. 

Una película entretenida, con mensaje, buenos números musicales, múltiples guiños muy interesantes al cine de siempre, y grandes actuaciones. Una sorpresa muy agradable que rompe con todas las previsiones que me había hecho, o más bien me había dejado hacer, sobre una película que pensaba que era algo diametralmente opuesto a lo que me he encontré ayer. ¿Qué más se puede pedir?

Nada, no se puede pedir más. El cine a vuelto a mostrar su magia, con la misma fuerza que casi siempre.

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